El casino Wynn de Las Vegas exhibe una escultura de Popeye, adquirida en una subasta por 28.3 millones de dólares. No es para menos.
Esta costosa estatua, del artista Jeff Koons (de las cosas que sé de él, que sus trabajos más populares tienen que ver con figuras de metal con la forma de perritos de globo y arbustos, tulipanes, y con celebridades del espectáculo), hace que me pregunte si él o sus representantes pagaron derechos de autor (lo cual es casi seguro), pero especialmente preguntarme de qué modo algo tan "simple" como una estatua de metal colorido y lustroso de aproximadamente dos metros de alta, basada en un famoso marinero de la tele, es catalogada como una obra de Arte, es decir, dónde yace el límite entre lo que es y no es Arte (en este caso), ¿acaso esos 28.3 millones de dólares son esa línea entre el sí y el no?...
No quisiera que con ello se me tomara como un detractor de esta obra por el simple hecho de que hay dinero (y otras cosas afines) de por medio, porque si me he animado a hablar de ella es porque me parece fabulosa, pero quería llegar a otro punto más importante con este ejemplo: el robo del arte (sí: el dinero no tiene cabida aquí, en el entendido de que no es un parámetro para juzgar el arte, sentimentalmente hablando).
Cuántas veces no sentimos, por ejemplo, al estar escribiendo, que lo que escribimos ya ha sido escrito por alguien más, y que por lo tanto todo esfuerzo a este respecto sería inútil, porque tanto escribir sobre sucesos cotidianos ya está de sobra explotado (especialmente hoy en día con los recursos de internet), o porque sería algo demasiado fantástico que terminaría siendo poco interesante para un público al que se ha destinado o demasiado complicado y aburrido para el resto de los nichos; y ni qué decir de las anécdotas, que por considerarlas únicas resultarían siendo, desde un punto de vista general, de sobra repetitivas y propensas a diluirse entre tanto sensacionalismo imperante en el mundo, y porque sentimos que ni con el debido estímulo y orden para relatarlas y que así queden como un testimonio de existencia, lograrían borrar la noción de que sólo se está repitiendo un esquema o "robando" la idea de alguien más. Imagínese ahora lo que pasa con cosas más elaboradas, especialmente subjetivas.
Esto lo digo porque hasta esta entrada, que versa sobre arte, literatura y en sí las cosas "copiadas" (nótese que ni los sentimientos se salvan), es asimismo una copia de este tema que se ha venido en forma de opinión (la BBC publicó un tiempo atrás un artículo en relación al robo del arte). Pero como sea, quería zanjar el detalle del dinero y el arte, y lo que tiene que ver esencialmente con inspiración, una de las fuerzas brutas (¿innatas?) en las que se soportaría el Arte (y como copia, en este caso tomando a "El Arte" como una figura retórica, todo lo demás).
¿Cuánta gente no se siente inspirada real y sentimentalmente por algo/alguien en la vida y busca, sin ningún pudor, imitar dicho contenido o persona por obra de esa misma inspiración? Es ahí donde debería estar el punto de equilibrio entre un Arte propio (nacido por inspiración, aunque sea absoluta y enojosamente copiado) y la forma de hacerlo (iba a decir "expresarlo", pero sinceramente habemos muchas personas que no hemos podido expresar acertadamente por ningún medio lo que quisiéramos expresar), pero no hay tal, sólo la idea que queda como un primer clavo en una vía de tren, la sensación de que desde ese inicio (contemplación) ya se podría empezar a poner nombre a los ingredientes (si consideramos que eso es importante, con tal de comenzar definiendo e identificando los aspectos subjetivos, si acaso los objetivos son perfectamente reconocibles), y es bajo esa idea que aparece el corolario (y la paradoja acompañada del bucle en forma de 8): nunca nada será a como lo imaginamos.
Como dije en un inicio: el problema (desde mi punto de vista) no es copiar o robar una idea, arte, etcétera, el problema es que una mayoría determine el límite hasta el cual eso está permitido (hablando de expresión misma y reconocimiento; y el cómo eso afectaría el pronunciamiento de la curva del círculo vicioso). Lo más importante sería: que todo lo que se hace sólo puede ser juzgado por uno mismo, pues es así como se determinarían y definirían algunos parámetros entre originalidad y copia (suponiendo que la persona que hace dicho juicio es imparcial, asertiva, y sin tomar en cuenta lo mucho que tal juicio choca, otra vez, con las paradojas de la "expresión" y la "imagen"), y quién sabe: quizás lo verdaderamente más importante de la inspiración no sea diseccionarla, porque tal vez desde esa neutralidad es como funciona y opera con genuinidad.
Eso también me recuerda, ya para terminar, el caso de algunas patentes que resultaron ser copia o consolidado de ideas ingenuas (hay que tomar en cuenta que el hecho de que algo esté patentado no necesariamente significa que ha llegado en primer lugar o es lo mejor existente en ese momento), o cuyas ingenierías fueron revertidas para crear nuevas y mejores, o simplemente para que, comercialmente, se les pudiera ganar a los competidores en el terreno comercial, pero ahí, como intenté hacerlo ver en un inició, ya se tiene que ver con dinero (y apuestas, y exquisitas obras de Arte guarecidas en un casino), por mucho que lo que se haga sea, desde un punto de vista artístico-subjetivo, algo magnífico.
Esta costosa estatua, del artista Jeff Koons (de las cosas que sé de él, que sus trabajos más populares tienen que ver con figuras de metal con la forma de perritos de globo y arbustos, tulipanes, y con celebridades del espectáculo), hace que me pregunte si él o sus representantes pagaron derechos de autor (lo cual es casi seguro), pero especialmente preguntarme de qué modo algo tan "simple" como una estatua de metal colorido y lustroso de aproximadamente dos metros de alta, basada en un famoso marinero de la tele, es catalogada como una obra de Arte, es decir, dónde yace el límite entre lo que es y no es Arte (en este caso), ¿acaso esos 28.3 millones de dólares son esa línea entre el sí y el no?...
No quisiera que con ello se me tomara como un detractor de esta obra por el simple hecho de que hay dinero (y otras cosas afines) de por medio, porque si me he animado a hablar de ella es porque me parece fabulosa, pero quería llegar a otro punto más importante con este ejemplo: el robo del arte (sí: el dinero no tiene cabida aquí, en el entendido de que no es un parámetro para juzgar el arte, sentimentalmente hablando).
Cuántas veces no sentimos, por ejemplo, al estar escribiendo, que lo que escribimos ya ha sido escrito por alguien más, y que por lo tanto todo esfuerzo a este respecto sería inútil, porque tanto escribir sobre sucesos cotidianos ya está de sobra explotado (especialmente hoy en día con los recursos de internet), o porque sería algo demasiado fantástico que terminaría siendo poco interesante para un público al que se ha destinado o demasiado complicado y aburrido para el resto de los nichos; y ni qué decir de las anécdotas, que por considerarlas únicas resultarían siendo, desde un punto de vista general, de sobra repetitivas y propensas a diluirse entre tanto sensacionalismo imperante en el mundo, y porque sentimos que ni con el debido estímulo y orden para relatarlas y que así queden como un testimonio de existencia, lograrían borrar la noción de que sólo se está repitiendo un esquema o "robando" la idea de alguien más. Imagínese ahora lo que pasa con cosas más elaboradas, especialmente subjetivas.
Esto lo digo porque hasta esta entrada, que versa sobre arte, literatura y en sí las cosas "copiadas" (nótese que ni los sentimientos se salvan), es asimismo una copia de este tema que se ha venido en forma de opinión (la BBC publicó un tiempo atrás un artículo en relación al robo del arte). Pero como sea, quería zanjar el detalle del dinero y el arte, y lo que tiene que ver esencialmente con inspiración, una de las fuerzas brutas (¿innatas?) en las que se soportaría el Arte (y como copia, en este caso tomando a "El Arte" como una figura retórica, todo lo demás).
¿Cuánta gente no se siente inspirada real y sentimentalmente por algo/alguien en la vida y busca, sin ningún pudor, imitar dicho contenido o persona por obra de esa misma inspiración? Es ahí donde debería estar el punto de equilibrio entre un Arte propio (nacido por inspiración, aunque sea absoluta y enojosamente copiado) y la forma de hacerlo (iba a decir "expresarlo", pero sinceramente habemos muchas personas que no hemos podido expresar acertadamente por ningún medio lo que quisiéramos expresar), pero no hay tal, sólo la idea que queda como un primer clavo en una vía de tren, la sensación de que desde ese inicio (contemplación) ya se podría empezar a poner nombre a los ingredientes (si consideramos que eso es importante, con tal de comenzar definiendo e identificando los aspectos subjetivos, si acaso los objetivos son perfectamente reconocibles), y es bajo esa idea que aparece el corolario (y la paradoja acompañada del bucle en forma de 8): nunca nada será a como lo imaginamos.
Como dije en un inicio: el problema (desde mi punto de vista) no es copiar o robar una idea, arte, etcétera, el problema es que una mayoría determine el límite hasta el cual eso está permitido (hablando de expresión misma y reconocimiento; y el cómo eso afectaría el pronunciamiento de la curva del círculo vicioso). Lo más importante sería: que todo lo que se hace sólo puede ser juzgado por uno mismo, pues es así como se determinarían y definirían algunos parámetros entre originalidad y copia (suponiendo que la persona que hace dicho juicio es imparcial, asertiva, y sin tomar en cuenta lo mucho que tal juicio choca, otra vez, con las paradojas de la "expresión" y la "imagen"), y quién sabe: quizás lo verdaderamente más importante de la inspiración no sea diseccionarla, porque tal vez desde esa neutralidad es como funciona y opera con genuinidad.
Eso también me recuerda, ya para terminar, el caso de algunas patentes que resultaron ser copia o consolidado de ideas ingenuas (hay que tomar en cuenta que el hecho de que algo esté patentado no necesariamente significa que ha llegado en primer lugar o es lo mejor existente en ese momento), o cuyas ingenierías fueron revertidas para crear nuevas y mejores, o simplemente para que, comercialmente, se les pudiera ganar a los competidores en el terreno comercial, pero ahí, como intenté hacerlo ver en un inició, ya se tiene que ver con dinero (y apuestas, y exquisitas obras de Arte guarecidas en un casino), por mucho que lo que se haga sea, desde un punto de vista artístico-subjetivo, algo magnífico.
Sé. Que te encontraré en esas ruinas. Ya no tendremos que hablar (hablar, y hablar)... del temblor.
Te besaré en el temblor. Lo sé. Será un buen momento...
Te besaré en el temblor. Lo sé. Será un buen momento...