Empatía. Simpatía. Pensamiento lateral.
Se dice que todos servimos de un modo u otro, y que en esa acción loable uno mismo aprende y/o se enriquece a sí mismo. Pero por hoy, tratando de hallar coherencia, conciencia, y un poco de foco en este acto de servir, me puse a pensar en tres acciones en particular que (generalmente) van asociadas a ese propósito.
Antes de ello, quiero decir que estos tres términos no son algo que yo maneje o fomente en mi mente en el día a día (por lo tanto es probable que mi opinión no sea objetiva, aunque no por ello dejaré de darla intentando hacerlo con seriedad y desprendimiento). De hecho, en este mismo momento no podría definirlos técnicamente y quizás ni con exactitud dentro de su verdadero campo de acción, pero como debe colegirse, es precisamente la intención y la curiosidad los que me hacen tirar los dados.
Y bien, en un primer acercamiento, la simpatía tiene mucho que ver con la amistad, el sentir afecto o un acercamiento genuino hacia alguien, quizás no se trate de un sentimiento tan profundo como el del compromiso y la responsabilidad (sí, creo que esos son sentimientos más que actitudes), pero en síntesis se vale decir que es un sentimiento asociado a la fraternidad con cierto grado de apego y entendimiento.
La empatía, en su lugar (y al menos en mi ambiente de trabajo, que es donde mayormente se le nombra) tiene que ver con la solución a un problema: el sujeto empático es sin lugar a dudas una figura posicionada un peldaño arriba de aquel al que está empatizando. Parece un término bueno, y su lema es sin duda "ponerse en los zapatos del otro", pero siendo subjetivo (porque se trata de mi opinión, como bien dije casi al inicio) no puedo dejar de ver arrogancia en una de sus múltiples caras, porque se trata únicamente de un permiso para estirar la mente en su opinión, juicio, y derecho sobre lo que el otro debe hacer o aceptar, y si tuviera que ser frío en este momento diría que ser empático no resuelve el problema de fondo, quizás se pueda entender y llegar a sentir lo que el otro siente o aquello de lo que tiene necesidad, pero ello sería por mera simpatía (¿o empatía?), porque para resolver el problema se requiere, justamente, un punto de vista diferente, distancia, y verdaderos elementos de diferencia para hacer contrapeso en las necesidades que el otro está teniendo, no entender al otro para complacerlo (satisfaciendo su ego, en primera instancia).
Es ahí donde entra en juego el que para mí sería el elemento más importante: el pensamiento lateral. Este tercer elemento, que contemplaría los dos primeros elementos dentro de su compleja estructura, no trata de empatizar en esencia con la persona, es más bien une tesis de aquello que podríamos o no podríamos hacer, incluso lo que deberíamos dejar de hacer. También supone crear escenarios, por muy inadecuados o absurdos que ellos parezcan, abordar nuevamente la circunstancia para intentar mirarla con nuevos ojos, y hasta empezar de cero aunque con ello todo el estudio de un problema (por muy serio que haya sido) se venga abajo.
Ya para finalizar, pensaba que hacer de estos modelos de pensamiento un pilar en nuestro quehacer (pensar) diario, podría ser también algo que eventualmente nos brinde la virtud del "buen/bien hacer", e iba a decir que hasta nos podría hacer cambiar favorablemente, pero también (con eso de que soy un amante apasionado de las paradojas) eso me hizo pensar que un cambio (así como la simpatía y la empatía tienen un escenario establecido) solo cuenta con dos caminos, el "bien" y el "mal". Eso que me dejó pensando en que debería haber un término para explicar lo que no se puede definir con un blanco o un negro, sino con la vastedad que posee el pensamiento lateral, y esto fue lo que encontré: trasladar una opinión que se tiene sobre un objeto/sujeto a otro objeto/sujeto no es cambiar (estamos cambiando el sujeto sobre el que se incide, no nuestra forma de pensar/actuar. Esto en términos generales, porque desde luego reconozco que hay excepciones), ni aún ante el éxito que tal "cambio" pueda tener, al grado de que tal se vuelva una norma.
Un cambio como tal (si existe) sería más bien mudar, porque la mutabilidad en sí no posee la dicotomía del cambio, es un punto saltón dentro de una línea, algo diferente que se ha posicionado fuera del campo y dimensión de lo bueno o malo, pues mientras que el cambio tiene un punto de referencia (pasado), en la mutabilidad no es relevante el punto de origen, sino el punto al que se ha arribado (presente), el cual es sólo volátil y duradero mientras sirva.
Para intentar explicarlo mejor, el cambio iría en relación al espejo donde este se refleja, lo externo. La mutabilidad viaja al interior para arribar al punto donde el sujeto se localiza en el presente, luego de un proceso mental o físico, y eso, fortuitamente, es algo que no podemos "cambiar", y nótese que aquí el término "cambiar" significa "ignorar" o "evitar". Ya en otra entrada dije que, aún siendo pasivo, se es activo de algún modo, y diría que con esta entrada se pone de manifiesto que eso de ser pasivo se podría dar en lo tocante al cuerpo y a la acción de este, pero para la mente, la mutabilidad lo es todo.
Antes de ello, quiero decir que estos tres términos no son algo que yo maneje o fomente en mi mente en el día a día (por lo tanto es probable que mi opinión no sea objetiva, aunque no por ello dejaré de darla intentando hacerlo con seriedad y desprendimiento). De hecho, en este mismo momento no podría definirlos técnicamente y quizás ni con exactitud dentro de su verdadero campo de acción, pero como debe colegirse, es precisamente la intención y la curiosidad los que me hacen tirar los dados.
Y bien, en un primer acercamiento, la simpatía tiene mucho que ver con la amistad, el sentir afecto o un acercamiento genuino hacia alguien, quizás no se trate de un sentimiento tan profundo como el del compromiso y la responsabilidad (sí, creo que esos son sentimientos más que actitudes), pero en síntesis se vale decir que es un sentimiento asociado a la fraternidad con cierto grado de apego y entendimiento.
La empatía, en su lugar (y al menos en mi ambiente de trabajo, que es donde mayormente se le nombra) tiene que ver con la solución a un problema: el sujeto empático es sin lugar a dudas una figura posicionada un peldaño arriba de aquel al que está empatizando. Parece un término bueno, y su lema es sin duda "ponerse en los zapatos del otro", pero siendo subjetivo (porque se trata de mi opinión, como bien dije casi al inicio) no puedo dejar de ver arrogancia en una de sus múltiples caras, porque se trata únicamente de un permiso para estirar la mente en su opinión, juicio, y derecho sobre lo que el otro debe hacer o aceptar, y si tuviera que ser frío en este momento diría que ser empático no resuelve el problema de fondo, quizás se pueda entender y llegar a sentir lo que el otro siente o aquello de lo que tiene necesidad, pero ello sería por mera simpatía (¿o empatía?), porque para resolver el problema se requiere, justamente, un punto de vista diferente, distancia, y verdaderos elementos de diferencia para hacer contrapeso en las necesidades que el otro está teniendo, no entender al otro para complacerlo (satisfaciendo su ego, en primera instancia).
Es ahí donde entra en juego el que para mí sería el elemento más importante: el pensamiento lateral. Este tercer elemento, que contemplaría los dos primeros elementos dentro de su compleja estructura, no trata de empatizar en esencia con la persona, es más bien une tesis de aquello que podríamos o no podríamos hacer, incluso lo que deberíamos dejar de hacer. También supone crear escenarios, por muy inadecuados o absurdos que ellos parezcan, abordar nuevamente la circunstancia para intentar mirarla con nuevos ojos, y hasta empezar de cero aunque con ello todo el estudio de un problema (por muy serio que haya sido) se venga abajo.
Ya para finalizar, pensaba que hacer de estos modelos de pensamiento un pilar en nuestro quehacer (pensar) diario, podría ser también algo que eventualmente nos brinde la virtud del "buen/bien hacer", e iba a decir que hasta nos podría hacer cambiar favorablemente, pero también (con eso de que soy un amante apasionado de las paradojas) eso me hizo pensar que un cambio (así como la simpatía y la empatía tienen un escenario establecido) solo cuenta con dos caminos, el "bien" y el "mal". Eso que me dejó pensando en que debería haber un término para explicar lo que no se puede definir con un blanco o un negro, sino con la vastedad que posee el pensamiento lateral, y esto fue lo que encontré: trasladar una opinión que se tiene sobre un objeto/sujeto a otro objeto/sujeto no es cambiar (estamos cambiando el sujeto sobre el que se incide, no nuestra forma de pensar/actuar. Esto en términos generales, porque desde luego reconozco que hay excepciones), ni aún ante el éxito que tal "cambio" pueda tener, al grado de que tal se vuelva una norma.
Un cambio como tal (si existe) sería más bien mudar, porque la mutabilidad en sí no posee la dicotomía del cambio, es un punto saltón dentro de una línea, algo diferente que se ha posicionado fuera del campo y dimensión de lo bueno o malo, pues mientras que el cambio tiene un punto de referencia (pasado), en la mutabilidad no es relevante el punto de origen, sino el punto al que se ha arribado (presente), el cual es sólo volátil y duradero mientras sirva.
Para intentar explicarlo mejor, el cambio iría en relación al espejo donde este se refleja, lo externo. La mutabilidad viaja al interior para arribar al punto donde el sujeto se localiza en el presente, luego de un proceso mental o físico, y eso, fortuitamente, es algo que no podemos "cambiar", y nótese que aquí el término "cambiar" significa "ignorar" o "evitar". Ya en otra entrada dije que, aún siendo pasivo, se es activo de algún modo, y diría que con esta entrada se pone de manifiesto que eso de ser pasivo se podría dar en lo tocante al cuerpo y a la acción de este, pero para la mente, la mutabilidad lo es todo.
"Descansamos; una pesadilla tiene el poder de envenenar nuestro sueño.
Despertamos; un pensamiento errante nos estropea el día.
Sentimos; concebimos o razonamos; reímos o lloramos.
Abrazamos una querida angustia o añoramos nuestra zozobra;
es indiferente: pues sea pena o alegría,
el camino de su olvido permanece siempre abierto.
El hombre de ayer jamás será igual al de mañana;
nada es duradero sino la propia mutabilidad"
—Mary Shelley
Despertamos; un pensamiento errante nos estropea el día.
Sentimos; concebimos o razonamos; reímos o lloramos.
Abrazamos una querida angustia o añoramos nuestra zozobra;
es indiferente: pues sea pena o alegría,
el camino de su olvido permanece siempre abierto.
El hombre de ayer jamás será igual al de mañana;
nada es duradero sino la propia mutabilidad"
—Mary Shelley