Volverse analítico. Qué desgracia. Qué placer. La coyuntura entre pensar y existir (un poco más recargado hacia lo primero). Un eje simultáneo hacia dos direcciones opuestas, tan pequeño el sesgo y con las propiedades de la palanca que puede originar un resultado opuesto al deseado. Y luego la nada. La propensión al vacío. El anhelo por el todo. O la nada. Aquello que se esconde en algo (pongámoslo así) imaginable como... el sutil acto de besarse. Sin fundamento para crear orden.
¿Pero de qué madera está hecha esta frontera que divide lo bueno-novedoso, de lo ingenioso? Respuesta: de una madera que (por concepción, aunque no por ello se auto limite) se recubre con una doble existencia, una simultaneidad (hablar de las propiedades de los objetos resulta más claro que hablar del objeto mismo).
He hablado antes de cosas paradójicas y contrarias existiendo y concentrándose en un núcleo. Ahora es el turno de suponer que los núcleos de todas las cosas se dispersan en dos o más direcciones, no importa hacia donde, lo que importa (en este momento) es que son simultáneos. Y suponiendo no lo fueran, existe dentro de ellos esa propiedad de ser así en el lapso del tiempo (aquí el término "tiempo" es presente y aduce a dos acontecimientos dentro de una misma esfera o Universo, sean testimoniados o no), y por breve que sea su contra postura, el adjetivo de "simultáneas" ya no puede quitárseles, determinándolas como casuales, absurdas (de otro modo serían fenómenos, sin ahondar en el hecho de que ni los fenómenos pueden excluirse de la simultaneidad), cuando desde otra (hipotética) perspectiva podrían ser variables a tratar con respeto y objetividad. Un ejemplo simple serían las palancas de un manubrio: uno sube y otro baja, direcciones opuestas para generar una dirección en la rueda de la bicicleta la cual, simultáneamente, viene atenida por la aceleración.
El obstáculo de las palabras, su tumulto. Necesario e innecesario. Existiendo en dualidad. Generando silogismos. Dimensión. Propiedad. Simultaneidad con un propósito (por limitado que sea).
Vayamos con algo "que se dice" y el modo bajo el cual reacciona frente a la simultaneidad (y que en otra entrada tocaré en relación al valor y ética que se le da, sin cuestionarlo por ser "un dicho", como si eso hubiera que cumplirlo o fuera una verdad que no se cuestiona). "Poner las cosas en perspectiva". Lo decimos o nos lo dicen, pero si uno le toma calma al término, descubre que hay algo pasivo en ello, en su simultaneidad, se siente poco eficiente para promover una acción (ya ni siquiera una reflexión), es como mirar antes que sugerir movimiento, herir la imagen de uno mismo en el espejo dándose cuenta que el original sigue intacto, y así pasa de ser algo importante a ser algo que desafía la temeridad que, de otro modo, se tendría para llevar a cabo una acción bajo el supuesto de que "poner las cosas en perspectiva" fuera para promover un cambio favorable.
El poner las cosas en perspectiva, pues, supone que uno tiene un punto, un eje de donde partir para hacer un juicio, pero no se tiene y, de hecho, precisamente se está alejando el objeto para verlo de lejos, como si se tuviera un marco teórico peligrosamente turbado (por ser subjetivo: objetivamente concreto desde el punto de vista del sujeto que lo mira). Y porque paradójicamente se pone en perspectiva una situación para obtener una resolución, pero la resolución se debe tener antes de poner la situación en perspectiva, ¿me expliqué?... como querer construir un edificio en el aire y decirle al edificio: "espérame tantito ahí, y ya que estés terminado y seas lo que quiero, entonces ahora sí te construyo unos cimientos para que ahí descanses". Luego entonces, lo correcto sería, en esa lógica extraña de "poner las cosas en perspectiva", decir que debemos poner las cosas en proporción.
La proporción hace referencia simultanea a dos puntos (quizás en extremos opuestos, quizás no, pero lo importante es que están en cuadrantes distintos, lo que produce un discernimiento), nos dice qué tan grande o chico es el uno con relación al otro. Define. Genera un compromiso de ajuste. Y esa sería, ya para terminar, la verdadera razón de ser de toda figura retórica (¿qué cosa no es retórica en esta vida?): la simultaneidad dónde y cuándo quiera que se encuentre, y el juicio a emplear para darle valor. Eso ya nos dice mucho, si decir es realmente importante y simultáneo a esa clase de congruencia. O realidad.
No aprendo. Pero recuerdo; que viene siendo lo mismo. No se diga el factor sentimental (y/o inteligencia emocional) involucrado, y no he dicho que es mucho o poco, simplemente es.
¿Pero de qué madera está hecha esta frontera que divide lo bueno-novedoso, de lo ingenioso? Respuesta: de una madera que (por concepción, aunque no por ello se auto limite) se recubre con una doble existencia, una simultaneidad (hablar de las propiedades de los objetos resulta más claro que hablar del objeto mismo).
He hablado antes de cosas paradójicas y contrarias existiendo y concentrándose en un núcleo. Ahora es el turno de suponer que los núcleos de todas las cosas se dispersan en dos o más direcciones, no importa hacia donde, lo que importa (en este momento) es que son simultáneos. Y suponiendo no lo fueran, existe dentro de ellos esa propiedad de ser así en el lapso del tiempo (aquí el término "tiempo" es presente y aduce a dos acontecimientos dentro de una misma esfera o Universo, sean testimoniados o no), y por breve que sea su contra postura, el adjetivo de "simultáneas" ya no puede quitárseles, determinándolas como casuales, absurdas (de otro modo serían fenómenos, sin ahondar en el hecho de que ni los fenómenos pueden excluirse de la simultaneidad), cuando desde otra (hipotética) perspectiva podrían ser variables a tratar con respeto y objetividad. Un ejemplo simple serían las palancas de un manubrio: uno sube y otro baja, direcciones opuestas para generar una dirección en la rueda de la bicicleta la cual, simultáneamente, viene atenida por la aceleración.
El obstáculo de las palabras, su tumulto. Necesario e innecesario. Existiendo en dualidad. Generando silogismos. Dimensión. Propiedad. Simultaneidad con un propósito (por limitado que sea).
Vayamos con algo "que se dice" y el modo bajo el cual reacciona frente a la simultaneidad (y que en otra entrada tocaré en relación al valor y ética que se le da, sin cuestionarlo por ser "un dicho", como si eso hubiera que cumplirlo o fuera una verdad que no se cuestiona). "Poner las cosas en perspectiva". Lo decimos o nos lo dicen, pero si uno le toma calma al término, descubre que hay algo pasivo en ello, en su simultaneidad, se siente poco eficiente para promover una acción (ya ni siquiera una reflexión), es como mirar antes que sugerir movimiento, herir la imagen de uno mismo en el espejo dándose cuenta que el original sigue intacto, y así pasa de ser algo importante a ser algo que desafía la temeridad que, de otro modo, se tendría para llevar a cabo una acción bajo el supuesto de que "poner las cosas en perspectiva" fuera para promover un cambio favorable.
El poner las cosas en perspectiva, pues, supone que uno tiene un punto, un eje de donde partir para hacer un juicio, pero no se tiene y, de hecho, precisamente se está alejando el objeto para verlo de lejos, como si se tuviera un marco teórico peligrosamente turbado (por ser subjetivo: objetivamente concreto desde el punto de vista del sujeto que lo mira). Y porque paradójicamente se pone en perspectiva una situación para obtener una resolución, pero la resolución se debe tener antes de poner la situación en perspectiva, ¿me expliqué?... como querer construir un edificio en el aire y decirle al edificio: "espérame tantito ahí, y ya que estés terminado y seas lo que quiero, entonces ahora sí te construyo unos cimientos para que ahí descanses". Luego entonces, lo correcto sería, en esa lógica extraña de "poner las cosas en perspectiva", decir que debemos poner las cosas en proporción.
La proporción hace referencia simultanea a dos puntos (quizás en extremos opuestos, quizás no, pero lo importante es que están en cuadrantes distintos, lo que produce un discernimiento), nos dice qué tan grande o chico es el uno con relación al otro. Define. Genera un compromiso de ajuste. Y esa sería, ya para terminar, la verdadera razón de ser de toda figura retórica (¿qué cosa no es retórica en esta vida?): la simultaneidad dónde y cuándo quiera que se encuentre, y el juicio a emplear para darle valor. Eso ya nos dice mucho, si decir es realmente importante y simultáneo a esa clase de congruencia. O realidad.
No aprendo. Pero recuerdo; que viene siendo lo mismo. No se diga el factor sentimental (y/o inteligencia emocional) involucrado, y no he dicho que es mucho o poco, simplemente es.