:::: Negativismo: fase superior del Positivismo ::::
Su presencia era del tamaño de mis cinco sentidos. Nada y todo. Realidad desconfigurada en un sólo plano: el ahora...
—¿Qué te hace estar aquí, haber venido, aceptado que te hablara si soy un extraño?...
—Creo que lo sabes. Al menos lo intuyes.
—Perdóname, no te amo. Sólo busco recapitular las cosas que hice mal en una nueva constante de "bien-hacer". Al menos intentarlo.
—Tampoco te amo. Quizás sí. ¿Es importante eso cuando estoy aquí?...
—No. Y aunque no me has dado razones, intuyo que eres como yo: el efecto secundario de las decisiones que no tomaste, por miedo o desconocimiento, da igual.
—Se es algo aún siendo nada, si acaso eso sirve de consuelo. Pero ahora no sé si estando aquí sigo siendo un efecto secundario, o el efecto secundario vendrá después, según lo que dices.
—Todo depende: un árbol cayo en un bosque.
—Tengo miedo. No quiero ser el árbol, quiero estar contigo. Pero tampoco te amo.
—Me gustas. Eres como esas leyes cargadas de inverosimilitudes: existen, aunque hayan caído en desuso. Y no eres un árbol. No sé que eres, pero siempre es más fácil definir lo que no se es.
—Dime algo que me haga olvidar los árboles.
—Un hombre estaba cegado de amor por una mujer. Esa mujer le coló una palabra que él nunca quiso repetir, sólo dijo que no fue "amor", pero vivió poco cuerdo el resto de su vida.
—Eso es triste.
—Es relativo.
—¿Te gustaría que la mujer que amas te dijera una sola palabra que te hiciera perderte?...
—No te amo. Pero si encontraras esa palabra no habría necesidad de amarte.
—¿Te gustaría que algún día lo intentara?
—No. Porque no te amo. Sería ilógico que una palabra tuya me perdiera.
—¿Lo ves? para que las cosas tengan sentido no deben tenerlo.
—Pensaba que sería mejor idea besarnos, algo que no tiene sentido ahora luego de todo lo que te he dicho, y dejar lo posible diferido para un tiempo más a propósito de lo inexistente, como el futuro.
—...
Fue la primera vez que nos besamos. Luego hicimos una siesta abrazados encima de mi viejo tapete lleno de polvo, escuchando los susurros de los árboles que caían en un bosque llamado ciudad.
Continuará...
—¿Qué te hace estar aquí, haber venido, aceptado que te hablara si soy un extraño?...
—Creo que lo sabes. Al menos lo intuyes.
—Perdóname, no te amo. Sólo busco recapitular las cosas que hice mal en una nueva constante de "bien-hacer". Al menos intentarlo.
—Tampoco te amo. Quizás sí. ¿Es importante eso cuando estoy aquí?...
—No. Y aunque no me has dado razones, intuyo que eres como yo: el efecto secundario de las decisiones que no tomaste, por miedo o desconocimiento, da igual.
—Se es algo aún siendo nada, si acaso eso sirve de consuelo. Pero ahora no sé si estando aquí sigo siendo un efecto secundario, o el efecto secundario vendrá después, según lo que dices.
—Todo depende: un árbol cayo en un bosque.
—Tengo miedo. No quiero ser el árbol, quiero estar contigo. Pero tampoco te amo.
—Me gustas. Eres como esas leyes cargadas de inverosimilitudes: existen, aunque hayan caído en desuso. Y no eres un árbol. No sé que eres, pero siempre es más fácil definir lo que no se es.
—Dime algo que me haga olvidar los árboles.
—Un hombre estaba cegado de amor por una mujer. Esa mujer le coló una palabra que él nunca quiso repetir, sólo dijo que no fue "amor", pero vivió poco cuerdo el resto de su vida.
—Eso es triste.
—Es relativo.
—¿Te gustaría que la mujer que amas te dijera una sola palabra que te hiciera perderte?...
—No te amo. Pero si encontraras esa palabra no habría necesidad de amarte.
—¿Te gustaría que algún día lo intentara?
—No. Porque no te amo. Sería ilógico que una palabra tuya me perdiera.
—¿Lo ves? para que las cosas tengan sentido no deben tenerlo.
—Pensaba que sería mejor idea besarnos, algo que no tiene sentido ahora luego de todo lo que te he dicho, y dejar lo posible diferido para un tiempo más a propósito de lo inexistente, como el futuro.
—...
Fue la primera vez que nos besamos. Luego hicimos una siesta abrazados encima de mi viejo tapete lleno de polvo, escuchando los susurros de los árboles que caían en un bosque llamado ciudad.
Continuará...