:::: Eurídice ::::
—Eurídice es mi segundo nombre.
—Asemeja la tragedia (no me lo tomes a mal).
—Las mujeres llevamos tragedia en la sangre por si no lo sabías, no hay misterio a resolver.
—Eso es para dar escalofríos. Pero tú nombre me gusta.
—Dijiste que no me amas.
—Fue una forma de decir lo que no se debe decir.
—Luego aclararemos eso. Dime, si por ejemplo me llamara María, dirías igualmente que tengo nombre de tragedia, ¿no es así?
—Sí.
—¿Qué tal Alejandra?...
—También.
—Dime entonces un nombre que no invoque la tragedia.
—Azul.
—Nadie se llama Azul.
—Claro que sí.
—No discutiré contigo, porque esto me parece una trampa adrede para que me des un beso.
—¿Tan mal estaría eso?
—Claro que no, pero no hace falta inventar excusas, y ultimadamente ni nombres.
—Me gusta que seas directa (froté su mejilla con mi pulgar derecho, mientras la veía a los ojos).
—¿Que te diga que quiero un beso?
—Es muy pronto para no tener dudas.
—Sólo se trata de un experimento. Decir las cosas. Y besar...
...
—Por cierto, Eurídice, tampoco sé decir te amo, no con propiedad, y te pido una disculpa por eso, no quiero mentirte.
—Te entiendo. Pero aún así me gustaría oírlo, con tu forma ridícula en que según tú lo dirías, y con los gestos más chuecos que de seguro me vas a decir que tienes.
—Si me das un poco de tiempo, unos días, te lo diré ¿está bien dicho así por ahora?
—Jajaja...
—¿Ahora qué te da risa?
—Que para todo pidas permiso.
—Aún no estoy curado de espanto... además, es la primera vez que beso una tragedia.
—Lo tomaré como un cumplido.
—Sí, por favor. De ese modo las cosas no pueden más que mejorar, aunque nunca hayan estado ni peor, ni mal, sólo ausentes...
Y una vez más nos quedamos con las nociones de la charla recién habida, alejados pero estrechados por un mismo silencio, sintiendo nuestras manos al estar sentados en una fría jardinera, mientras pensaba: "Eres apacible. Eres silencio. Eres Eurídice... y no quiero pensar en nada más".
Continuará...
—Asemeja la tragedia (no me lo tomes a mal).
—Las mujeres llevamos tragedia en la sangre por si no lo sabías, no hay misterio a resolver.
—Eso es para dar escalofríos. Pero tú nombre me gusta.
—Dijiste que no me amas.
—Fue una forma de decir lo que no se debe decir.
—Luego aclararemos eso. Dime, si por ejemplo me llamara María, dirías igualmente que tengo nombre de tragedia, ¿no es así?
—Sí.
—¿Qué tal Alejandra?...
—También.
—Dime entonces un nombre que no invoque la tragedia.
—Azul.
—Nadie se llama Azul.
—Claro que sí.
—No discutiré contigo, porque esto me parece una trampa adrede para que me des un beso.
—¿Tan mal estaría eso?
—Claro que no, pero no hace falta inventar excusas, y ultimadamente ni nombres.
—Me gusta que seas directa (froté su mejilla con mi pulgar derecho, mientras la veía a los ojos).
—¿Que te diga que quiero un beso?
—Es muy pronto para no tener dudas.
—Sólo se trata de un experimento. Decir las cosas. Y besar...
...
—Por cierto, Eurídice, tampoco sé decir te amo, no con propiedad, y te pido una disculpa por eso, no quiero mentirte.
—Te entiendo. Pero aún así me gustaría oírlo, con tu forma ridícula en que según tú lo dirías, y con los gestos más chuecos que de seguro me vas a decir que tienes.
—Si me das un poco de tiempo, unos días, te lo diré ¿está bien dicho así por ahora?
—Jajaja...
—¿Ahora qué te da risa?
—Que para todo pidas permiso.
—Aún no estoy curado de espanto... además, es la primera vez que beso una tragedia.
—Lo tomaré como un cumplido.
—Sí, por favor. De ese modo las cosas no pueden más que mejorar, aunque nunca hayan estado ni peor, ni mal, sólo ausentes...
Y una vez más nos quedamos con las nociones de la charla recién habida, alejados pero estrechados por un mismo silencio, sintiendo nuestras manos al estar sentados en una fría jardinera, mientras pensaba: "Eres apacible. Eres silencio. Eres Eurídice... y no quiero pensar en nada más".
Continuará...
"No es tan trágico jugar con la distancia y heredar su soledad"