"I am Yoga"
—Mira esa luz en la ventana, en aquella casita. Siempre me llaman la atención esas luces a altas horas de la noche: ¿será una mujer que está por tener un hijo? ¿Alguien que muere? ¿O sólo alguien leyendo a Marx para pasar un examen?...
—La luz está reflejada en el cristal de tus ojos. Eso es todo. Lo demás es hipótesis.
—Me acordé del cuento del ruiseñor y la rosa. Un pájaro que cantó mientras cruelmente daba su sangre a una rosa blanca para así entintarla en rojo, y con ello volverla la más apasionante del mundo en aras de un amor perdido. Y luego un final feliz.
—Eso es nefasto. Los episodios de gracia corporal son sólo la manifestación de un egoísmo sin límites.
—También vivo con ideas envueltas en la vestimenta de la muerte, entintadas en el color de lo cotidiano. Del pasado no aprovechado. Me da pena y misterio pensar que seamos tan poco valientes para con los objetos y los sucesos que realmente ocurren.
—Todos somos así, aunque no lo admitamos...
Fue lo último que tuvimos que ver, que decir. Que yo recuerdo. Lo que siguió fue una partida sin despedida, sin argumentos, sin explicaciones y sin cosas que se revuelven. Sin dramas ni acuerdos de algún tipo. Quizás lo deseábamos. Quizás esa era la forma (meramente) en que perviviría dentro del tiempo limitado que tenemos al vivir esa especie de recuerdo "real", de lo que Eurídice y yo vivimos. Quizás. Nada y todo y puntos intermedios y puntos proyectándose hacia el horizonte.
Dostoyevski dijo que qué sería de una vida vivida sin la decepción, porque aún dentro de esta eso daba una certeza sobre la misma vida, y quién no pagaría el precio si así se testimoniaba lo que es vivir.
De las virtudes henchidas en pasión, el acercamiento por deseo de contacto fue lo más elusivo, lo más persuasivo, pero a la vez lo más inexplicable en términos de existencia. Y quizás lo más real. Lo que más envidiamos de terceras personas. La constante que da y quita a diestra y siniestra. El primer contacto de coexistencia aunque sea (de fondo) algo vulgar.
Recuerdo que las últimas veces que nos vimos, con sinceridad, nos dijimos que desnudar los pensamientos con pasión y con deseo de desinhibirse, era como tender en la alfombra (en la que tanto nos gustaba acostarnos) una versión distinta del mismo plano. La realidad incongruente aún consigo misma. Y eso era ya "algo".
Y quién sabe, porque a lo mejor, en esta constante de no ejercer la voluntad y el deseo del uno para con el otro, estuvimos siendo (o practicando) la razón legítima de admitir querer ser así.
El derecho a todo ejercerlo (por voluntad) podría ser, al final, para lo que se nace, aunque en el proceso se pierda de cuadro la bella forma de las cosas que más se quieren, como ella. Y quizás, en ese mismo y enojoso entendido, se viva sólo para reencontrar las cosas que alguna vez perdimos, pero ahora con toda la intención del mundo y con una figura definida que brinde identidad, y no por aflicción ni por la sutileza que da la noción de existir y permanecer, ni por un deseo consecuente que daría origen a las verdaderas razones de ser (luego del experimento o el intento), sino porque se nació o se mutó para ser así, nada más.
—La luz está reflejada en el cristal de tus ojos. Eso es todo. Lo demás es hipótesis.
—Me acordé del cuento del ruiseñor y la rosa. Un pájaro que cantó mientras cruelmente daba su sangre a una rosa blanca para así entintarla en rojo, y con ello volverla la más apasionante del mundo en aras de un amor perdido. Y luego un final feliz.
—Eso es nefasto. Los episodios de gracia corporal son sólo la manifestación de un egoísmo sin límites.
—También vivo con ideas envueltas en la vestimenta de la muerte, entintadas en el color de lo cotidiano. Del pasado no aprovechado. Me da pena y misterio pensar que seamos tan poco valientes para con los objetos y los sucesos que realmente ocurren.
—Todos somos así, aunque no lo admitamos...
Fue lo último que tuvimos que ver, que decir. Que yo recuerdo. Lo que siguió fue una partida sin despedida, sin argumentos, sin explicaciones y sin cosas que se revuelven. Sin dramas ni acuerdos de algún tipo. Quizás lo deseábamos. Quizás esa era la forma (meramente) en que perviviría dentro del tiempo limitado que tenemos al vivir esa especie de recuerdo "real", de lo que Eurídice y yo vivimos. Quizás. Nada y todo y puntos intermedios y puntos proyectándose hacia el horizonte.
Dostoyevski dijo que qué sería de una vida vivida sin la decepción, porque aún dentro de esta eso daba una certeza sobre la misma vida, y quién no pagaría el precio si así se testimoniaba lo que es vivir.
De las virtudes henchidas en pasión, el acercamiento por deseo de contacto fue lo más elusivo, lo más persuasivo, pero a la vez lo más inexplicable en términos de existencia. Y quizás lo más real. Lo que más envidiamos de terceras personas. La constante que da y quita a diestra y siniestra. El primer contacto de coexistencia aunque sea (de fondo) algo vulgar.
Recuerdo que las últimas veces que nos vimos, con sinceridad, nos dijimos que desnudar los pensamientos con pasión y con deseo de desinhibirse, era como tender en la alfombra (en la que tanto nos gustaba acostarnos) una versión distinta del mismo plano. La realidad incongruente aún consigo misma. Y eso era ya "algo".
Y quién sabe, porque a lo mejor, en esta constante de no ejercer la voluntad y el deseo del uno para con el otro, estuvimos siendo (o practicando) la razón legítima de admitir querer ser así.
El derecho a todo ejercerlo (por voluntad) podría ser, al final, para lo que se nace, aunque en el proceso se pierda de cuadro la bella forma de las cosas que más se quieren, como ella. Y quizás, en ese mismo y enojoso entendido, se viva sólo para reencontrar las cosas que alguna vez perdimos, pero ahora con toda la intención del mundo y con una figura definida que brinde identidad, y no por aflicción ni por la sutileza que da la noción de existir y permanecer, ni por un deseo consecuente que daría origen a las verdaderas razones de ser (luego del experimento o el intento), sino porque se nació o se mutó para ser así, nada más.
"Je crois qu'il est trop tard
pour te dire que ça fait mal,
mon cœur n'est plus comme avant
car il s'endort tout doucement..."
pour te dire que ça fait mal,
mon cœur n'est plus comme avant
car il s'endort tout doucement..."