Ya no se sabe si la realidad puede ser conocida, o sólo aproximada. Si lo que tocamos es cierto, o incierto como lo es en un sueño.
Para el realismo crítico es necesario acercarse a los objetos (le llamaré realidad a la sólida cualidad que presenta todo objeto, su contenedor es decir) mediante la percepción, esa que se genera como resultante de los sentidos, su acción individual o conjunta. Con esa idea, para esta corriente es importantísimo el sentido de la vista (más que los otros): conocemos la mayor parte de las cosas (objetos, incluido lo inefable) mediante los ojos. Raramente intentamos otro tipo de aproximación (tocar, por ejemplo).
No es de sorprender, luego entonces, que lo que transcurre en nuestra mente sea un reflejo (en origen o consecuencia) de lo que sucede a nuestro alrededor, aquello que sí nos afecta emocional y mentalmente, aunque no lo parezca.
Hay personas, psicólogos, que aseguran que nublar lo que vemos (hacerlo adrede), aún las cosas más mundanas que pasan por nuestros ojos en un día a día, puede también ser sinónimo de que hay una realidad floreciente en derredor que no queremos ver, e instintivamente la hacemos borrosa frente a nuestros ojos como si ello fuera un paliativo a su verdadera forma, un contrapeso a sus altas dosis de hostilidad. La vista no discrimina entre objetos existiendo en esencia o sólo en referencia, porque la acción y el cómo incide sobre tales objetos, es lo que cuenta "en realidad".
El sueño, como un atributo de la realidad que se ha filtrado por el sentido de la vista, terminaría por ser, luego entonces, simplemente una más de las vicisitudes (objetos pasivos, aunque activamente sujetos a juicio) que nos reafirman como máquinas en continuo proceso para identificar la realidad, para construir o destruir las cosas imaginarias o reales que se oponen a la constante del tiempo.
Nadie dijo que todo tenía que ser perfecto, y hasta nublar la vista a propósito con la intención de desfigurar objetos mentales/sentimentales, quizás pueda ser una forma precavida de seguir vadeando abismos.
Para el realismo crítico es necesario acercarse a los objetos (le llamaré realidad a la sólida cualidad que presenta todo objeto, su contenedor es decir) mediante la percepción, esa que se genera como resultante de los sentidos, su acción individual o conjunta. Con esa idea, para esta corriente es importantísimo el sentido de la vista (más que los otros): conocemos la mayor parte de las cosas (objetos, incluido lo inefable) mediante los ojos. Raramente intentamos otro tipo de aproximación (tocar, por ejemplo).
No es de sorprender, luego entonces, que lo que transcurre en nuestra mente sea un reflejo (en origen o consecuencia) de lo que sucede a nuestro alrededor, aquello que sí nos afecta emocional y mentalmente, aunque no lo parezca.
Hay personas, psicólogos, que aseguran que nublar lo que vemos (hacerlo adrede), aún las cosas más mundanas que pasan por nuestros ojos en un día a día, puede también ser sinónimo de que hay una realidad floreciente en derredor que no queremos ver, e instintivamente la hacemos borrosa frente a nuestros ojos como si ello fuera un paliativo a su verdadera forma, un contrapeso a sus altas dosis de hostilidad. La vista no discrimina entre objetos existiendo en esencia o sólo en referencia, porque la acción y el cómo incide sobre tales objetos, es lo que cuenta "en realidad".
El sueño, como un atributo de la realidad que se ha filtrado por el sentido de la vista, terminaría por ser, luego entonces, simplemente una más de las vicisitudes (objetos pasivos, aunque activamente sujetos a juicio) que nos reafirman como máquinas en continuo proceso para identificar la realidad, para construir o destruir las cosas imaginarias o reales que se oponen a la constante del tiempo.
Nadie dijo que todo tenía que ser perfecto, y hasta nublar la vista a propósito con la intención de desfigurar objetos mentales/sentimentales, quizás pueda ser una forma precavida de seguir vadeando abismos.